INNOVACIONES

LA CIENCIA DE LA LUZ Y SU REFLEJO

UN VIAJE ILUMINADOR

El comportamiento de la luz al reflejarse, refractarse y difundirse por el mundo ha sido fuente de fascinación y de misterio para la humanidad desde el principio de los tiempos. Los rayos de luz, esa emanación luminosa y etérea a la que se referían los antiguos griegos, llegan a cualquier parte de nuestro planeta Tierra y, aun así, emanan una elegancia especial cuando se unen con el agua. Es entonces cuando su vibrante luminosidad se muestra en todo su esplendor, brillando con una vida que trasciende el mero espectáculo, para iluminar nuestra imaginación.

REFLEJOS DE LA LUZ A TRAVÉS DEL TIEMPO

Las primeras ideas sobre la naturaleza de la luz y la vista tenían más de filosóficas que de científicas, y siempre estaban envueltas en el misterio de lo desconocido. Para Empédocles, que estudió la cuestión alrededor del año 500 a. C., el acto de ver dependía de rayos de luz que provenían tanto de los ojos como de los objetos vistos. Pitágoras también pensaba que los ojos emitían rayos de luz, que iluminaban el objeto visto al encontrarse con él. Algunos siglos más tarde, Epicuro dio con la primera gran verdad en este campo: la luz emitida por una fuente se refleja en objetos, permitiendo que nuestros ojos puedan percibirlos. A su vez, Euclides, en su famoso tratado Óptica, desarrolló este concepto redactando una teoría temprana sobre el reflejo de la luz. Afirmaba que la luz viajaba en línea recta, y que se reflejaba en una superficie con un ángulo igual al de su incidencia sobre la misma. Con el paso del tiempo, se demostró que esta idea era cierta, aunque Euclides solo captó parte de la verdad, ya que seguía imaginando que los rayos de luz salían disparados directamente de los ojos.

Siglos más tarde, en 1040, los estudiosos árabes retomaron la labor de esclarecer los misterios de la luz y su reflejo iniciada por los antiguos griegos. Ibn al Haytham, conocido en Occidente como Alhacén, fue quien finalmente llegó a una conclusión moderna sobre la percepción visual, afirmando que la visión era el acto mediante el cual los ojos recibían la luz reflejada, en lugar de emitir la luz. Su teoría completa de la visión, y algunos de los conceptos que la componen, que la luz y el color son inseparables, por ejemplo, tuvieron una gran influencia en el campo de la óptica hasta el siglo XVII.

La era de la Ilustración fue testigo de numerosos descubrimientos sobre la naturaleza de la luz. Dos modelos de luz competían por imponerse. La primera, defendida por el matemático holandés Christiaan Huygens, contemplaba la luz como una onda. La segunda, abanderada por Isaac Newton, defendía el modelo de la luz como partículas en movimiento. A pesar de que su teoría fue refutada en el siglo XIX, a Newton se le atribuye el mérito de haber descubierto que la luz no es de color blanco puro, sino que está compuesta por un espectro de color.

EL AGUA Y LA LUZ: LA DANZA ETERNA

El agua refleja, refracta y difunde la luz, y, al hacerlo, crea una luminosidad llena de vida e infinitamente fascinante. Ver cómo la luz reflejada brilla y resplandece sobre la superficie del agua es como ver la danza de la vida misma. Y cuando el agua refracta la luz, los rayos atraviesan su superficie, creando ese singular efecto bajo el agua, ese centelleo etéreo que nos transporta a un universo irreal.

La ley física de la reflexión afirma que el ángulo de la luz que llega, o ángulo de incidencia, es igual al ángulo de reflexión. Así, cuando los rayos de luz encuentran una superficie perfectamente lisa, se reflejan exactamente en el mismo orden. Este reflejo organizado de los rayos de luz genera una imagen especular sobre la superficie reflectora. Si la luz incidente se desvía o se refracta, la luz reflejada se propaga en todas las direcciones, lo que se conoce como luz difusa. Esta luz nos permite ver los objetos que se encuentran en nuestro entorno, dado que los rayos de luz se propagan por toda su superficie. La luz difusa nos permite ver estos objetos, pero no nos devuelve su reflejo. En pocas palabras, cuanto más lisa es una superficie, más capacidad tiene para reflejar la luz. Tan solo hace falta imaginar la superficie totalmente tranquila de un lago reflejando claramente, como si fuera un espejo, las montañas cubiertas de nieve: la imagen definitiva de la ley física de la reflexión.

Por otro lado, la refracción describe el fenómeno del cambio de dirección de la luz. Cuando la luz viaja a través de un medio transparente, como el aire, hasta otro medio transparente, como el agua, una parte se refleja, y otra atraviesa el segundo medio. Al hacerlo, cambia de dirección: esto es la refracción. La ley de refracción o ley de Snell es la fórmula matemática utilizada para calcular el ángulo de los rayos de luz a medida que se mueven a través de una superficie transparente como el agua. Tanto si el medio transparente es un lago alimentado por un glaciar, como un prisma de cristal o un diamante, la refracción redirige la luz.

Las longitudes de onda o colores de un haz de luz llegan en momentos diferentes. Por eso, los prismas descomponen la luz blanca en todos los colores del espectro. Esto se conoce como dispersión cromática y es lo que observamos cuando las gotas de agua dispersan la luz del sol, formando un arcoíris de luz de colores.

LUZ ENCAPSULADA

La exclusiva luz característica de Montreux, Suiza, el lugar de origen de La Prairie, emula el romance de la luz con el agua. Nace en forma de inmaculado hielo y nieve que se derrite y se transforma en el agua más pura, se filtra por los picos más altos de Suiza, y se va nutriendo de ricos minerales a medida que desciende para, finalmente, fundirse con el lago, a pie de montaña. En este viaje lento y fluido, la luz y el agua se unen de una forma como solo ocurre en Suiza. El fascinante reflejo que crean la luz y el agua es un encanto suizo: baila y resplandece en la superficie del lago, se irradia de forma compleja a través de las dinámicas aguas del lago, se refracta en las profundidades minerales del lago. Este encanto es un encuentro mágico entre la luz y el agua.

Inspirada por la exclusiva luz pura de Montreux, en Suiza, La Prairie trata de aprovechar al máximo su poder con la Colección White Caviar, el poder de cautivar, de mejorar y de embellecer, el mismo poder que los artistas pretenden reflejar en sus obras para realzar los temas que tratan.

En 2019, los científicos de La Prairie establecieron la Ecuación de la Luz, que demuestra que la luz, o la luminosidad de la piel, es una función de color y reflejo. En su búsqueda por descubrir nuevas vías hacia la luminosidad, se cuestionaron en qué medida el agua tendría un impacto sobre el reflejo de la luz en la piel, pretendieron reflejar esta resplandeciente luminosidad, recrear su magia.

En 2022, la fórmula de la nueva creación White Caviar Essence Extraordinaire aborda el aspecto de la Ecuación de la Luz relacionado con el reflejo de tres maneras. En primer lugar, aumentando la hidratación de la piel y, por tanto, la cantidad de agua de la piel. Además, contiene ingredientes que fomentan el colágeno para ayudar a rellenar la piel dándole un aspecto más denso y firme. Por último, exfolia suavemente para aportar un acabado suave y luminoso. La unión de estas acciones mejora la capacidad de la piel para reflejar la luz.