Tomando como escenario uno de los climas más duros del mundo, Charrière emplea los campos de hielo como punto de partida para explorar la percepción cambiante de estos fascinantes parajes de una naturaleza indomable, pero con un ecosistema frágil. A la hora de grabar su trabajo, Charrière utiliza dos drones que sobrevuelan el hielo y la nieve de noche, una equipada con una cámara y la otra con un foco. A medida que la cámara entra y sale del círculo iluminado, empieza a desarrollarse una historia en torno a estos lugares aislados y raramente habitados. “Grabamos principalmente de noche y eso hizo que el paisaje se transformara al mismo tiempo en actor y escenario en el mismo momento que el foco del dron ilumina la superficie”, añade Charrière. La narrativa que se desprende, por tanto, es la de que, sin luz, desaparece la información en torno al paisaje. De hecho, desaparece el paisaje.