Arte y arquitectura

EL ENCUENTRO PERFECTO

CÓMO LA SINERGIA ENTRE ARTE Y CIENCIA HA ELEVADO LA BELLEZA A LO LARGO DE LA HISTORIA

Desde el amanecer de los tiempos, la humanidad ha buscado respuestas a los secretos del universo a través de sus canales más místicos: el carisma del arte y el descubrimiento de la ciencia. La superposición de ambos crea un camino hacia el entendimiento de aquello que nos cautiva, como el poder de la belleza. Estos misterios pueden ser fácilmente revelados a través de la admiración de la belleza y la educación en ciencia. Los más curiosos y apasionados disfrutarán en ambas tareas, del cálculo y de la expresión. Tanto la escuela del pensamiento como de la experimentación se alinean para iluminarnos en lo que hasta el momento ha permanecido en la oscuridad del desconocimiento. El arte es la manera de demostrar esos nuevos hallazgos.

Desde la Antigua Grecia, el solapamiento lingüístico entre técnica y tecnología ha dictado la evolución del arte como herramienta: Technê τέχνη se traduce tanto como arte como oficio, y como la raíz de "tecnología". La delicadeza lingüística refleja el desarrollo del arte como técnica, como puede ser la cerámica, la escultura y otros componentes fundamentales del pigmento y la teoría del color que marcaron el camino para las obras maestras de la antigüedad. Al ser igualmente bidimensional, el alcance de las fórmulas geométricas y lineales llegó hasta la ciencia, de la que aprovechó sus conocimientos para la pintura, el dibujo y el arte de la modernidad.

EL RESPETO A LOS MAESTROS

El Renacimiento estuvo definido por una curiosidad global. En la Europa del siglo XV, el descubrimiento y la creatividad iban de la mano, y los intelectuales aspiraban a encontrar las respuestas a cuestiones de medicina y música, arte y aritmética. En este empeño, la intuición artística se combinaba con la observancia de los maestros. La unión de pensamiento fue el principio rector en esta época decisiva que creó el marco idóneo para el pensamiento crítico a lo largo de la historia.

A estos efectos, el arte ha estado siempre influenciado por la ciencia. Tanto la ciencia como el arte que conocemos hoy tiene su origen en el Renacimiento, que culminó con la insaciable lucha de Leonardo Da Vinci por poner a prueba los mayores interrogantes del universo. Gran observador del mundo que le rodeaba, aplicó esta fascinación a las obras que creaba. Tal y como ha quedado reflejado en la biografía de Walter Isaacson, su extraordinaria curiosidad hizo de la ciencia su gran pasión. En lo que concernía a la gravedad y la naturaleza, su relación de amor rozaba la obsesión. Recopilaba extensas notas acerca de los movimientos y los sonidos de máquinas y mamíferos, llegando incluso a los mecanismos internos del parto. Hizo grandes hallazgos en aviación, música y medicina que no se desarrollarían hasta siglos después, anticipándose incluso a Galileo en más de un siglo. Da Vinci estaba continuamente experimentando y teorizando en busca de patrones en los biorritmos.

Esta interconexión entre arte, ciencia e, inevitablemente, humanismo, hizo que sus retratos capturaran realmente la esencia de sus modelos, ofreciendo una visión individualista del mundo. Su mente inquisitiva le llevó a colaborar con el matemático Luca Pacioli en obras para su cliente el duque Ludivico Sforza en Milán. Un contable precoz pionero en lo que se conoce como la contabilidad de partida doble, Pacioli le enseñó a Leonardo da Vinci matemáticas, y tuvo una gran influencia en los conocimientos de simetría y proporción del artista. Esta colaboración tuvo como fruto la Divina Proportione (la Divina Proporción), un libro que desarrollaba la idea de las proporciones perfectas en el arte a través de los dibujos y planos científicos diseñados por el propio da Vinci.

Esta duplicidad lleva a los espectadores de sus obras a recrearse en ellas, y es sinónimo de la curiosidad propia del Renacimiento. El hecho de pensar de manera diferente y de ver la connivencia entre el arte y la ciencia le convirtió en el genio que sigue siendo hoy día.

Página tomada de De Divina Proportione escrita por Luca Pacioli, ilustrada en 1509 por Leonardo Da Vinci. Foto: ©White Images/Scala, Florence.  
PUNTO POR PUNTO, UNA VISIÓN ARTÍSTICA
Georges Seurat, Tarde de domingo en la isla de La Grande Jatte. 1884 
Helen Birch Bartlett Memorial Collection, 1926.224.© 2019. 
Foto: ©The Art Institute of Chicago / Art Resource, NY/ Scala, Florence.  

La evolución de los procesos de pensamiento de categorías cruzadas fomentados en el Renacimiento trajo consigo la revolucionaria accesibilidad al arte de mediados del siglo XIX. Gracias a los avances en química, los artistas tenían acceso a nuevos materiales en su día a día, lo que les abría todo un mundo de posibilidades para la experimentación con diferentes técnicas. Al mismo tiempo, los científicos trataban de explicarlo todo a través de las fórmulas matemáticas. Era como si, por un momento, todo tuviera explicación, incluyendo los sentimientos de las personas expuestas al arte.

Cuando Georges Seurat desarrolló su interés por la teoría del color en el siglo XIX, el resultado fue simple pero revolucionario. A lo largo de su vida, los científicos habían logrado demostrar cómo el ser humano percibe el color en función de su entorno. Entonces se pensó que ya no tenía sentido mezclar rojo y azul para formar un pigmento violeta, ya que se podría lograr el mismo efecto con puntos en esos mismos colores, dispuestos unos al lado de los otros. Georges Seurat creía que estos puntos violetas eran más vivos y llamativos que los pigmentos mezclados, ya que, en ese caso, el color se creaba en la mente de cualquier persona que observase con detenimiento sus pinturas. Pese a que se demostró que tal afirmación carecía de fundamento, lo cierto es que las pinturas de Georges Seurat poseían ese encanto especial, en ellas el espacio entre sus puntos creaba luz que se filtraba a través del lienzo. Esta técnica empezó a conocerse como Puntillismo —de puntos—, aunque también era referida como perteneciente al Divisionismo, por la división del color. Por su parte, Georges Seurat hablaría de sus obras como Cromoluminarismo. Independientemente de sus diferentes denominaciones, este estilo marcaba visiblemente los movimientos en una caracterización de nuevos colores electrizantes, técnicas atrevidas y una clara perspectiva innovadora.

HACIA EL FUTURO: EL ARTE CINÉTICO DEL SIGLO XXI

Partiendo de los avances alcanzados en la pintura del siglo XX, los avances tecnológicos del siglo XXI han posibilitado que las obras sean móviles. La obra de Alexander Calder y Naum Gabo trasladaban las formas enérgicas del lienzo a la escultura, convirtiéndolas en abstracción.

Un claro ejemplo de ello es Linear Construction in Space No. 2. En ella, Naum Gabo aprovechó la conversación en torno al creciente poder de las ideas revolucionarias en su infancia para crear esculturas movibles, iluminando así la tectónica del cambio. Esta obra se desarrollaba en veinte repeticiones con fibras de nailon capturando la luz con su movimiento. Sus diferentes versiones han sido expuestas en los más célebres museos de todo el mundo, creando el marco perfecto para el arte interactivo cinético del futuro.

Alexander Calder también supo reconocer el valor del movimiento, y por ello se alió con el movimiento de Artes y oficios de California para desarrollar la fabricación de herramientas y la creación. El desarrollo científico de esculturas cinéticas se basaba en un sistema metódico que ponía a prueba diferentes estilos de movimiento, logrando en última instancia que el resultado cobrara vida.

Naum Gabo, Linear Construction in Space No. 2. 1957-58 © 2019 
Foto: ©Christie's Images, London/Scala, Florence. 
LA ERA DEL ARTE DIGITAL
Fabian Oefner, Dancing Colors, 2013. Foto: ©Studio Oefner. 

Para los artistas contemporáneos, el flujo constante de desarrollos científicos de hoy en día supone una fuente constante de inspiración que genera obras impensables hace tan solo unas décadas. Las obras que hasta ahora se presentaban imposibles o al menos inconcebibles se hacen realidad a través de la creación de objetos de arte que ponen a prueba tanto la mente como el cuerpo, yendo más allá de los límites humanos.

El artista Fabian Oefner nos trae la visualización del sonido. En su afán por convertir las ondas de sonido en obras de arte visuales, se centra en el movimiento del sonido para darle vida. Adhiere pequeñas hojas de plástico con cristales a un altavoz y así da libertad para que sea el movimiento el que dicte el resultado artístico. Los cristales cobran vida con el sonido, creando una imagen vibrante en constante evolución.

Uno de los más grandiosos ejemplos de cómo aprovechar el poder de la ciencia es LIVING CELLS de Paul Coudamy. Creada en colaboración con La Prairie para la edición de 2017 de  Art Basel in Basel, el diseño de esta estructura geométrica de acero lacado e imanes queda definido por la fórmula matemática denominada Weaire-Phelan. La construcción de LIVING CELLS comenzó con el modelado de cada cuenta y de su ensamblaje espacial. Cada una de estas formas se corta entonces en acero sirviéndose de diferentes capas y del plegado digital determinado por un sistema de patrón numerado y se sueldan a continuación a mano para construir la estructura. Brillantes bolas negras imantadas que imitan al caviar colonizan la estructura en agrupaciones, expandiéndose como una entidad viva sobre un esqueleto estático. El volumen de la pieza fluye continuamente, a medida que la atracción de las bolas no cesa de crear formas nuevas y únicas. En palabras del artista: “el concepto de LIVING CELLS es atraer la confrontación entre naturaleza, geometría y ciencia”.

DESAFIANDO LOS LÍMITES DE LOS DATOS

En la era digital del siglo XXI, la intersección entre arte e internet no solo es inevitable, sino que aumenta con velocidad. El impacto de internet en la creación del arte digital continúa creciendo, y existen cada vez más artistas, conocidos como algoristas, que crean sus obras con ayuda de ordenadores mediante plataformas y algoritmos, lo que se conoce como arte algorítmico. El uso de un algoritmo informático para definir el diseño de una obra entró en uso tras una conferencia en 1995, aunque las imágenes fractales de los años 80, el arte de inspiración informática de los 60 e incluso los motivos de los azulejos orientales ya anticipaban este innovador movimiento. Estas obras de arte algorítmicas ofrecen un metaanálisis de su propia forma, empleando el mismo mecanismo para la creación que para su exposición.

El algorista precursor de este movimiento fue Jean-Pierre Hebert, que creaba a partir de arena y otros materiales temporales a mediados de los años 90, y trabajaba con hojas de cálculo y funciones de conjuntos de datos en lugar de con pintura y lienzos. Transfería los datos recogidos en encuestas o basados en comportamientos de los consumidores mediante un sofisticado software de explotación de datos en el que confían científicos y periodistas afines. Estas metodologías reflejan el cambiante mundo del análisis de datos que es el siglo XXI, y que fomenta una nueva forma de expresión personal. En él, la verdad humana se expresa a través de robótica y visualizaciones de datos como una forma de arte.

Otro de estos artistas revolucionarios es Refik Anadol, cuya obra ‘Melting Memories’ sincroniza los exámenes cerebrales de memorias donadas con su ordenador para su representación visual. El resultado es pasmoso: la memoria está constantemente cambiando y realineándose, incorporando el comportamiento humano a la conexión científica.

En cierta manera, el trabajo algorítmico del siglo XXI tiene sus raíces en las cuestiones renacentistas. ¿Quiénes somos? ¿Por qué somos importantes? A medida que se van desvelando ante nosotros los misterios del universo gracias a la ciencia, estos se van complementando con el arte. Esta relación mutua de arte y ciencia es fruto de una fuerte influencia, de una importante sinergia que crea belleza mediante la visualización de temas filológicos en los márgenes del entendimiento y la realidad. La poesía de lo desconocido de manifiesta gracias a estas influencias, lo que nos permite ir encontrando poco a poco respuestas a preguntas de exquisita incertidumbre.

Refik Anadol, Melting Memories, 2018. Foto: ©Designed & Developed at Refik Anadol Studio. 
LA FUSIÓN PERFECTA

¿Ciencia o arte?

Es esta una pregunta que surge sistemáticamente al hablar de la vida y el trabajo de los artistas a través del tiempo. Artistas cuyas vidas han transcurrido en un mundo en el que ciencia y arte han convivido una al lado del otro en una fusión de precisión y poesía, de investigación y creatividad, de búsqueda y éxito.

En su afán por ofrecer la belleza eterna, La Prairie ha buscado un modo de prolongar y combinar las excelentes propiedades tensoras y reafirmantes de la Skin Caviar Collection. A través de un enfoque innovador y artístico de productos para una piel perfecta, La Prairie ha llevado la ciencia del arte a un nuevo nivel, aunándola en bases de maquillaje y polvos de exquisitas texturas.

Inspirada por la alianza entre ciencia y arte, La Prairie ha creado un entorno de conocimiento y savoir-faire en el que tiene lugar la fusión de la ciencia del color y la del caviar. Es ahí donde yace la fusión, y donde la Skin Caviar Complexion Collection se hace realidad.