Arte y arquitectura

El legado de la estética de Mondrian

Explorando el modernismo y el minimalismo a través del color, las líneas y formas

Partiendo de la precisión más estricta, de los límites de la esencia más pura y los pilares más básicos del arte, Piet Mondrian reescribió por completo los fundamentos para la construcción de una obra de arte. De este modo, sus pinturas y composiciones abstractas conformaron una estética que daría forma al siglo XX, influyendo en el mundo del arte y en la industria artística en su totalidad, llegando incluso a reformular el modo en que interpretamos la cultura visual.

LOS INICIOS DEL MINIMALISMO

Desde las pinturas pastorales holandesas de su juventud, a las interpretaciones individuales e iconoclastas del postimpresionismo y el cubismo, la evolución del estilo de Mondrian se ha desarrollado paralelamente a su viaje a París y la exploración de su propio ser. En 1914 crearía los cuadros que asentarían su particular estilo minimalista, forjando así una trayectoria distintiva que seguiría hasta el final de su carrera.

Cuando le preguntaban acerca de sus composiciones, Mondrian reivindicaba que su enfoque se basaba únicamente en la emoción, partiendo de la pureza de líneas y colores.

El impacto de las composiciones de Mondrian fue inmediato, sentando unas bases que inspirarían e influirían a diferentes artistas y movimientos en toda Europa. De hecho, estas composiciones establecieron algunos de los elementos artísticos vernáculos más reconocibles en el canon que otros llegaron incluso a imitar, sin llegar a mejorarlos. Mientras que otros minimalistas reducían, Mondrian purificaba, sintetizaba y refinaba.

Portrait of Piet Mondrian, fotografía de Arnold Newman,©Getty Images
BALANCE, CONTRASTE y LO SUBLIME
Piet Mondrian studio. Crédito de la foto ©Paul Delbo.

Mondrian afrontó la creación de las composiciones con todo el cuidado que cabe esperar de un artista pionero, convirtiéndose su estudio del número 26 de Rue du Depart en París en el eje central de sus obras y métodos. El espacio, de forma irregular, estaba inundado por la luz natural gracias a dos grandes ventanales y al blanco inmaculado de sus paredes, solo salpicadas por toques de azul que interrumpían esta monocromía. Era un lugar en el que no solo se pintaba, era una extensión misma de las pinturas, el espacio ideal en el que perderse por la construcción armoniosa de colores y líneas.

A pesar de las primeras impresiones, las líneas y colores de Mondrian estaban principalmente pintadas a mano, con trazos delicadamente aplicados a lo largo del tiempo que iban conformando un único plano liso. Su enfoque era cauto y meditativo, siendo las líneas rectas negras las primeras en plasmarse en el lienzo, para después desaparecer enmascaradas por pintura en los colores primarios correspondientes. La finalización de cada composición le llevaba semanas o incluso meses.

La relación de Mondrian con la pintura era idiosincrática y reflejaba su compromiso con la reescritura de los fundamentos de lo que podía y debía llegar a ser el arte contemporáneo. Al contrario que sus predecesores, Mondrian pintaba horizontalmente sobre el lienzo colocado en plano en un escritorio situado en el centro de su monástico estudio. Ello le permitía tener una nueva perspectiva sobre el cuadro, literal y metafóricamente. Esta técnica sería determinante para el arte del siglo XX, incluso cuando comenzó a invitar a artistas a su segundo estudio de Nueva York. Artistas como Pollock, Rothko y otros grandes nombres de la escena estadounidense no tardaron en emular sus métodos de pintura, innovando y ampliando los horizontes de la pintura.

EN BUSCA DE UN MINIMALISMO CON SIGNIFICADO

Comprender el significado profundo de las obras de Mondrian es algo universalmente accesible, debido a la comprensión compartida del color. Al mismo tiempo es una experiencia compleja y desafiante. El propio Mondrian es ejemplo de esta dicotomía, ya que públicamente quedaba desconcertado ante la exploración filosófica de su trabajo, y por otra parte encontraba inspiración en sus propias disquisiciones espirituales a la hora de dar forma a un universo caótico. Resulta innegable la influencia duradera de las obras de Mondrian en creativos de todo tipo, como artistas, diseñadores y arquitectos que usaban sus pinturas como inspiración.

No fue hasta los últimos años de la carrera de Mondrian que este empezara a otorgarle significados a sus pinturas, explorando de manera más explícita cómo su estilo podía entrelazarse con una forma de narrativa. En Nueva York, Mondrian estuvo influenciado por el jazz y los ritmos del boogie woogie que tanto le habían gustado a lo largo de su vida. Los lienzos a los que dio vida en esa época evocaban un urbanismo dinámico y un ritmo musical, asemejándose a ciudades iluminadas por neones, y aportando una esencia sinestésica a su estilo insigne, una combinación de música y color de efecto espectacular.

Tanto las obras pintadas en su estudio de París como las de Nueva York no fueron meras desviaciones radicales del arte figurativo, ni tampoco una nueva perspectiva de lo abstracto. Fueron el punto de partida de la cultura visual contemporánea como la conocemos hoy en día. De hecho, es posible que todo el arte no figurativo del siglo XX y más allá se remonte a sus líneas negras y sus bloques primarios de color puro. La estética minimalista de Mondrian desplegó su influencia en diversos campos, convirtiéndose en un diseño estético clave durante todo el siglo, con presencia en la arquitectura, los gráficos de los años cincuenta, e incluso en las pasarelas y la alta costura. De hecho, la simplicidad de Mondrian y su esencia de armonía estética han coloreado el mundo tal y como lo conocemos.

Piet Mondrian, Composition with Yellow and Blue, 1932. Fondation Beyeler, Riehen/Basel. Crédito de la foto: ©Robert Bayer. ©2020Mondrian/Holtzman Trust