Arte y arquitectura

LA ESENCIA MINIMALISTA

Explorando la refinada belleza del minimalismo en el arte

Cuidadosamente refinado, audazmente simplificado y representando, quizás, una depuración definitiva de los componentes artísticos del color, la luz, la línea y la forma, el minimalismo es, probablemente, la estética inspiradora más arriesgada y perdurable del arte del siglo XX. Desde sus raíces en el neoplasticismo de Piet Mondrian de principios de siglo, pasando por su fulgurante ascensión en Estados Unidos durante los años 1960 y hasta su máximo potencial en los lenguajes artísticos, arquitectónicos y de diseño de producto en la actualidad, el minimalismo continúa siendo un tour de force que da forma a la representación de nuestro mundo.

Sutil y desafiante al mismo tiempo, el minimalismo contrasta con el precepto artístico al condensar metódicamente los componentes más básicos de la cultural visual al tiempo que explora y expande lo que el arte puede y debe ser. Al retar nuestros instintos y suscitar reflexiones sobre los roles más fundamentales del arte, el minimalismo nos permite ver de forma objetiva, excluyendo lo personal, para centrarnos únicamente en toda la fuerza y la sorprendente magia de los elementos puros.

REESCRIBIENDO LAS REGLAS DEL ARTE MODERNO

El legado de los movimientos artísticos, de las escuelas de pensamiento y de las innovaciones raramente traza una línea recta y fácil de seguir. El minimalismo, como todos los movimientos que son, al mismo tiempo, una filosofía y una corriente estética, fue deambulando a través de la historia de la cultura visual durante siglos hasta consolidarse en el vibrante ambiente creativo de Nueva York en la década de 1960. Si bien se pueden encontrar evidencias de estéticas artísticas minimalistas en los planos monocromáticos del espacio y las líneas que caracterizan el antiguo arte zen, en los principios de pureza de colores primarios de la Bauhaus y en las misteriosas composiciones de Mondrian, el movimiento requería un espíritu de oposición en el que florecer en todo su esplendor.

Este aspecto de oposición llegó con el expresionismo abstracto y las pinceladas neobarrocas, texturizadas y, a menudo, tormentosas de la pintura estadounidense de mediados del siglo XX. Los expresionistas abstractos, como Rothko y De Kooning expresaban vivamente el alma y la psique del artista en los lienzos, ocupando amplios espacios con densas y recargadas capas gestuales de pintura. El minimalismo surgió como el contrapunto definitivo a esto, evitando completamente la mirada introspectiva, y expresando su intención de crear un “arte que excluyera lo innecesario” y de producir obras de arte que ocuparan su propia realidad sin imitar ni expresar nada excepto a sí mismas.

Este es el aspecto más atractivo y perdurable del minimalismo y la esencia de su poder posmoderno. El arte minimalista no pretende representar una realidad externa y, por primera vez en la historia del arte, presentó obras de arte que no representaban el mundo que nos rodea ni nuestro mundo interior. Más bien, los artistas del movimiento minimalista tan solo deseaban que el espectador respondiera a lo que se le presentaba, que reaccionara inmediatamente a las esculturas, las pinturas y las instalaciones que ocupaban el espacio físico y sensorial. En Nueva York, el artista Frank Stella declaraba sobre sus pinturas minimalistas: “Lo que ves es lo que ves”. Un manifiesto de siete palabras para un arte sin engaños, y para un arte que no intenta ser, sino que simplemente es.

“Jill”, 1959, Frank Stella. ©2021 Galería de Arte Albright Knox/Art Resource, NY/Scala, Florencia. ©2021 ProLitteris, Zúrich.
Líneas, formas y colores elementales
Escultura de Richard Serra “Forty Years”, MoMA, NY, 2007. ©2021 Lorenze Kienzle/The Museum of Modern Art, Nueva York/Scala, Florencia. ©2021 ProLitteris, Zúrich.

Existe una paradoja en la esencia del minimalismo y del arte cercano al minimalismo. Se trata del hecho de que, por su propia naturaleza, el minimalismo utiliza los colores, formas, motivos y sonidos más básicos, más reconocibles y más simplificados para, a menudo, provocar respuestas emocionales potentes. La escultura minimalista, en particular, realiza este ejercicio de equilibrio con un efecto impresionante, con formas monumentales que a veces parecen invadir una exposición o un espacio público, generando preguntas tanto en relación a su presencia como sobre cómo su presencia afecta y altera los espacios que ha invadido. Ejemplo de ello son los imponentes bloques de hormigón de Donald Judd, que proyectan sus sombras geométricas sobre paisajes de áridos desiertos, los deslumbrantes dibujos murales de Sol LeWitt y las esferas inclinadas de Richard Serra, que van rodeando al espectador a medida que va pasando entre sus planos curvos y dominantes.

De la misma forma que en el arte y la escultura minimalista existe claramente una cualidad arquitectónica, en la arquitectura minimalista, así como en aquellos diseños arquitectónicos que prepararon el camino para que el minimalismo surgiera como un movimiento genuino también existe una cualidad escultórica y artística. De nuevo, es imposible subestimar la importancia de la Bauhaus a la hora de analizar el crecimiento de la arquitectura minimalista, tanto si se contempla como un lenguaje en sí mismo, como si se entiende como una consecuencia del modernismo y las vanguardias. Mies Van der Rohe y Walter Gropius, los célebres directores de la Bauhaus, infundieron a sus edificios el mantra del diseño Bauhaus “menos es más” y promovieron el uso de superficies desnudas, líneas rectas y materiales de construcción a la vista. Del mismo modo, Le Corbusier, el heredero de los principios arquitectónicos de la Bauhaus, abordó su trabajo desde un enfoque fuertemente minimalista, permitiendo que el espacio y la luz aportaran toda la iluminación y la decoración que sus edificios requerían.

Otras olas de influencia minimalista pueden encontrarse en el trabajo de otros arquitectos de renombre, especialmente, en el mexicano Luis Barragán, el japonés Tadao Ando, y muchos otros creadores contemporáneos que trabajan por todo el mundo. De hecho, todas las construcciones, desde las viviendas particulares hasta los enormes rascacielos cuentan con la elegancia del minimalismo en su esencia, dorados paisajes urbanos con superficies monocromáticas, vigas expuestas y líneas geométricas. Puede que sea este internacionalismo, esta ausencia de límites culturales y la necesidad de un entendimiento cultural común lo que haya permitido que el minimalismo sea no solo otro movimiento artístico de mediados del siglo XX, sino más bien el pilar de buena parte de la cultura visual actual. El minimalismo, y la evidente belleza de su elegancia y su moderación han abandonado hace tiempo las galerías de arte y se han hecho con el mundo.

La esencia de la belleza

Geometría. Precisión. Discreción. Los códigos del minimalismo y de la Bauhaus enriquecen, de manera natural, todos los aspectos del diseño de La Prairie. Desde los elegantes frascos y viales que reflejan la pureza y la elegancia del minimalismo hasta la presentación de los productos, tanto en los entornos virtuales como en los físicos, La Prairie trata de preservar y resaltar la esencia de la belleza.